lunes, 12 de octubre de 2009

Llegó todo y ahora respiro mucho mejor





Grité, lo más fuerte que pude en esta botella con mensaje al mar. El poeta con ojos color de cielo tenía razón, siempre hay alguien que escucha o percibe los sentimientos que descargamos. Y me llegaron todos sus abrazos, sonrisas de miel que he desayunado diario, kanjis que viajan desde la ciencia ficción para darme ánimo, cariños tapatíos que se pasean por Nueva York, las palabras de colores que el chico de la fotografía sepia escupe y yo me guardo en la bolsa, mariposas que mueven sus alitas detrás del ordenador...Llegó todo y ahora respiro mucho mejor. Son pastillitas para el alma que me van resanando el corazón. De reserva me quedé con un par de abrazos cálidos de más de treinta grados que me dejó un caballero, tengo planeado echármelos a los hombros cuando llegue la primera nevada. Pero, aprovechando el otoño, me saqué una sonrisa de detrás el espejo y me salí a buscar la ciudad. Tenías razón Srta. B. es preciosa. No sé cómo pude olvidarlo. Los árboles aún no sacan sus hojas rojizas, pero ya no tardan nada.
Desde el quinto anillo de Saturno me aconsejaron que me relajara. Eso haré. Les invitó un café o un té para que me sigan acompañando. Pasen, esta es su casa. Sólo un favor, no se me distraigan mucho en el Riverdale East Park de Broadview Avenue viendo el centro de Toronto,es difícil, pero hagan un esfuerzo y caminen dos calles más, aquí los estaré esperando, siempre mientras esté aquí. Gracias.

domingo, 4 de octubre de 2009

Je suis perdu, I´m lost, estoy perdida

Perdonen la tristeza…

Me mudé a mi nuevo departamento el jueves pasado y me he pasado todos estos días limpiando, desinfectando y buscándole lugar a todas las cosas que he acumulado en tan poco tiempo. No es que sea una fanática de las labores domésticas, es sólo que el antiguo habitante no paso el trapo ni el jabón por aquí nunca. Ahora me está quedando lindo, ya se ve diferente. Tengo una vista privilegiada de Toronto a cinco minutos de distancia. Espero anclar. Urge.
Estuve en México tres meses y ya de regreso subarrendé un departamento durante septiembre. Estuve sin casa fija y estuve triste todo ese tiempo. Y lo sigo estando. No me encuentro. No sé dónde quedé. No encontré mucho de mi vida este verano, casi todo mundo estaba ocupado. Algunos ángeles estuvieron al pendiente. Tuve una fiesta de despedida a la que sólo fueron sólo dos personas. Ya en el aeropuerto, 4 minutos antes de entrar a la sala de última espera, mientras lloraba con las despedidas ajenas, sólo una persona llegó para decirme adiós, justo al que le dije que no fuera porque allí iban a estar mis amigos. Pero no, no estaban.
Y de regreso al norte del continente prácticamente he desaparecido. Ningún correo preguntándome cómo llegue o cómo estoy o cómo me ha ido. Algunas personas en Messenger me siguen contando sus vidas, pero casi nadie pregunta cómo estoy. Sería bonito saber que lo que hago aquí también les interesa a algunos. Los amigos canadienses adorables y ocupados. Fríos y brillantes. Igualitos que la nieve que no tarda.
El llanto no me sale. Toda la gente está triste, todos quieren hablar de ellos, todos queremos hablar sólo de nosotros. Marqué el teléfono de una amiga. Quería, desesperadamente, que me escuchara. Hola, estoy muy triste, le dije. Ella contestó: tú también? fíjate que yo terminé de nuevo con…y después de dos horas de su historia se despidió porqué debía salir a olvidar su pena. Cuando colgué lloré y reí al mismo tiempo y le dije a ella, que por supuesto ya no me escuchaba: sé que no preguntaste, pero yo estoy triste porque no me encuentro por ninguna parte…y me conecté al internet buscando a alguien que si le interesara mi asunto. Allí encontré a una compañía constante de chat. Un psicólogo políglota con manías fascinantes. Pero sólo intercambiamos canciones que nos ponían tristes. Tampoco me preguntó qué era lo que pasaba. Le dije que le quería contar algunas cosas, pero últimamente ha desaparecido y ha tomado distancia. Hace un par de semanas tuvimos una opinión muy diferente sobre una historia de mi vida. Yo me enojé y él ha partido. Lo niega, pero yo sé que ya no volverá. Así que ya no tengo quién me pregunte qué me tiene escuchando Cuesta abajo con los ojitos llenos de lágrimas que no saben a donde ir.
Y pasa que me siento perdida, olvidada, sin inspiración, sin ganas. Siento que no tengo vida que vivir porque a nadie le interesa oírla. Me siento como un cuerpo muerto que ha sido traído a la vida por fuerzas sobrenaturales. Como un zombi. Y lo que es peor, uno que ni siquiera da miedo.

martes, 16 de junio de 2009

Doce días, doce notas mentales

1. Doce días, llegué hace doce días y la ciudad me recibió a golpes de calor e indiferencia selectiva.
2. Hoy dormí sin ningún escrito pendiente de entrega. Es la primera vez desde hace cuatro años. Se siente como si algún fantasma me hubiera abandonado.
3. Te dije que te vi mejor. Era cierto. Luego me di cuenta que había mentido.
4. Me duele más el hombro derecho que el izquierdo. Aquí se cambian de lado las cosas que me pesan.
5. Sólo me falta la calificación de una materia. El ensayo que entregué hoy no era tan malo. Esperar a ver qué pasa.
6. Tengo la sensación de que si duermo con la ventana abierta entrará algo más que el viento. Mejor la cierro.
7. El departamento que renté me queda grande. Está casi vacío. Urge organizar una fiesta.
8. Se me olvidó lo que me prometí que haría conmigo un día como hoy.
9. En boca cerrada no entran moscas. En ojos cerrados no entras tú. En corazón abierto no ha entrado nadie.
10. Debo dejar de promocionar mi amor veraniego. De cualquier manera no creo que los labios que tenía planeados estén libres. Su guardiana parece feroz.
11. A veces me siento como un pez sin mordaza. Es como si me hubieran devuelto el oxígeno, pero como si me hubiera quedado sin mar.
12. No hay estrellas. Tampoco frase final. Es sólo que a veces creo que tengo más que decir.

domingo, 17 de mayo de 2009

Al maestro de español, siempre con cariño

Tenía trece años, un pupitre en la escuela secundaria diurna Agustín Yánez y un cuaderno que escondía en la contraportada la foto de Michael J. Fox vestido como Marty McFly en Volver al Futuro. En casa me gustaba ver la lucha libre los domingos por la noche, esconderme en un rincón para escuchar música en mi grabadora y ver Robotech a las cuatro de la tarde de lunes a viernes. En la escuela me dedicaba a escribir poemas malos, a pasar recados de amor y a soñar.
El maestro de Español tenía una paciencia infinita, los ojos verdes, la piel morena y la cara delgadísima igual que el cuerpo. Su sonrisa era una línea muy fina, como un horizonte entre la nariz y la barbilla. No era guapo, y sin embargo, yo me enamoré de él gracias a un complot entre su voz y Pablo Neruda. Recuerdo el momento exacto. Yo estaba haciendo círculos en mi cuaderno, de esos que se convierten en caras y luego les salen patas, brazos y antenas. El tema de estudio para ese día era poesía. Pese a que a mí me gustaba pensar que creaba literatura, estaba apática… ni modo, la adolescencia y sus misterios. “Puedo escribir los versos más tristes esta noche” comenzó a recitar el profesor Mejía. En ese momento mis ojos se estamparon en su cara y no dejé de verlo ni ese día ni los siguientes meses del año escolar.
Con mi felicidad infinita recién estrenada, me dediqué a pregonar mi amor por el profesor entre mis amigas, ellas, con sus caras llenas de sonrisas cómplices, me seguían el juego y me ayudaban a imaginar que yo tenía diez años más y lo conocía en algún otro escenario, siempre la historia era emocionante y llena de romance. Cuando el profesor estaba cerca estallábamos en carcajadas y nos dedicábamos a murmurar. Por supuesto que se dio cuenta que la niña más bajita del Tercero “C” lo amaba como nunca había a amado a ningún otro. Bueno, quizá como a Michael J. Fox, un poquito, pero más real. El último día de clases le escribí una carta como de dos páginas en la que le explicaba que él era lo mejor que me había pasado en la vida (hoy me enternece el drama que le imprimía a las palabras nunca y vida a los trece, tenía tanto por aprender).
Para la fiesta de fin de cursos me puse un vestido rosa pálido y mi madrastra me saboteó el peinado. Así que no me veía como quería. Al final no me importó. Estuve bailando toda la noche con el chico más raro del grupo (si, ese de lentes de fondo de botella, el que dice chistes malos, con el pelo extraño) que además era uno de mis mejores amigos y muy divertido. Después de un vals al que le imprimimos pasos de polka el profesor Mejía me invitó a bailar algunas canciones. Ahora que lo pienso suena tonto, pero no se me había ocurrido que él estaría allí. Las horas volaron, llegaron las once de la noche y me tenía que ir. El profesor me llevó hasta la puerta y me dejó en el coche de papá. Lloré porque pensé que no lo iba a ver nunca, lloré mucho.
El tiempo pasó y el siempre fue mi maestro favorito. Le debo pilas y pilas de datos que estudié y me aprendí sólo para quedar bien en su clase. Pero cuando era joven el amor se me curaba rápido. El beisbolista me regaló una dosis de nuevas vivencias que rápidamente colocaron al profesor en algún rincón de la memoria. El viernes pasado se celebró el día del maestro y por eso me acordé de él. La última vez que lo vi yo estaba regresando de una fiesta de la universidad, eran cerca de las diez de la mañana y aún traía algunas cervezas encima. Chonita y yo veníamos haciendo la rigurosa relatoría de la noche y estábamos planeando qué desayunar. Ya no traemos dinero, pensé. Cuando lleguemos a mi casa preparamos algo. Pasamos frente a un restaurante y nos dieron más ganas de comer. Como siempre he sido muy tonta, le dije: quién fuera uno de esos que tienen dinero para desayunar ahorita y no se lo gastaron en cervezas, me quedaré viendo fijamente a sus platos nada más para que se sientan mal. Y Chonita se moría de risa, qué buenas épocas cuando las desveladas no nos hacían nada. Pero no pude ver el plato de nadie porque al otro lado de la ventana estaban sus ojos tratando de reconocerme. Me dio vergüenza y corrí unos metros hasta que el rastro verde de su mirada no pudo alcanzarme. Chonita corrió tras de mi y cuando pude respirar de nuevo le conté la misma historia que hoy les platico. Ya no tenía el valor de años atrás y no pude saludarlo desde el otro lado del cristal. Qué bueno que a los trece pensaba que el mundo se me iba a acabar al otro día y le dije en esa carta que le agradecía hasta el infinito que me hubiera enseñado poesía y gramática, que me hubiera preparado para el concurso de oratoria que gané en la primera ronda, que me hubiera consolado cuando perdí la segunda etapa, que me hiciera sonreír lunes, miércoles y viernes de 9 a 9.45.
Donde quiera que esté profesor Gilberto, le digo, parafraseando al Neruda que usted me presentó, que ya no lo quiero, es cierto. Pero cuánto lo quise. Cómo no haber amado sus verdes ojos fijos.

domingo, 10 de mayo de 2009

Instalada en la angustia apática

La primavera en Toronto está llena de colores, de sol que brilla y no calienta, de flores sorprendentes, de viento frío que viene desde los Grandes Lagos. El abrigo de otoño y la pashmina siguen acompañándome a las calles de Downtown que están llenas de veinteañeras en diminutos shorts y blusas de tirantes. A veces no sé si tengo frío porque soy mexicana o porque ya no soy tan joven. Cuando encuentro otros abrigos cómplices me siento contenta, cuando me doy cuenta que los trae gente mayor me desencanto, cuando me acuerdo que siempre puedo atribuirlo a un cambio climático-cultural deja de importarme y sonrío.
Ando instalada en la angustia apática, es decir, estoy preocupada por el sinfín de cosas que tengo que hacer, pero de repente me encuentro viendo videos en youtube, contestando correos, paseando por la calle y luego de vuelta en la computadora tratando de recuperar el tiempo perdido. Soy una procastinadora sin remedio. No puedo dormir bien porque sueño con todas las cosas que tengo que hacer y no puedo estar despierta porque tengo sueño. Ya casi se acaban los cursos, no puedo creerlo, ya me regresaran esas fuerzas de trabajar bajo presión, ya me despabilaré.
Por lo pronto, anoche fui feliz. Me sacudí el polvo del aburrimiento en un bar en la zona gay de Toronto. Es tan divertido estar en un lugar donde los hombres te mandan besos sólo porque les gusta tu blusa. Lástima que los besos de verdad se los llevan siempre los chicos. Bailé hasta que se me hincharon los pies y con todo y pies hinchados caminé lo más rápido que pude a College Street para poder tomar el tren y el penúltimo autobús a mi casa. En mi travesía le hice compañía al único chico heterosexual que compartió la noche con nosotros, Dag el holandés. La conversación de 20 minutos giró en torno a la duda de Dag hacia mi sobriedad y su ebriedad. No fue interesante pero fue divertido.
Evidentemente estoy procastinando y no estoy escribiendo nada que valga la pena, disculpen que les haya robado unos minutos de su vida, no se los puedo devolver. De vuelta a los libros…urge terminar el año escolar y tomar el avión de Air Canada que me llevará a la ciudad de México el 3 de junio. Nada más veo una película y me pongo a trabajar.

domingo, 26 de abril de 2009

La semana de los 31

I
La semana de los 31 comenzará el lunes. El próximo jueves me recibirá un año nuevo. Estoy contenta. Las celebraciones comenzaron el miércoles pasado en el maravilloso departamento del maravilloso Tom, con su maravillosa vista de Toronto desde un piso 14 en Alexander Street, con sus maravillosos platillos italianos, con la maravillosa compañía de Karlee y Funke. Fue una noche deliciosa. Además de la cena me regalaron unos aretes que brillan a la menor provocación y una tarjeta llena de palabras dulces. Celebramos el cumple de tres de nosotros. Matamos tres pájaros de un brindis.
II
No hay felicidad completa. Y es que ahora tengo el corazón pequeñito porque mi país está enfermo de influenza y mi ciudad tiene miedo. Quién lo dijera, siglos sin detenerse y ahora está paralizada por esa diminuta cepa que tiene a todos con el alma en un hilo. Todos mis pensamientos positivos están allá, quiero que todo pase pronto y bien, que se vaya el miedo al peligro de lo desconocido. Y es que esa ciudad es como una enorme caja de (in?)seguridad que tiene guardados mis recuerdos, casi 30 años de mi vida, a mi familia, a mis amigos, mi corazón. Estoy preocupada por todos, por mis heroínas, mis villanos, mis protagonistas, mis brujas, mis hombres de ensueño. Quiero que todos estén bien. Que regresen al caos de siempre, que al final es el que nos hace felices, el que nos hace chilangos.
III
Salí a tirar una caja y unas botellas, vacías de cerveza y llenas de recuerdos. Ya no tenían razón de ser ni en mi cocina ni en mi mente, ya no eran de vidrio, eran de estorbo. De regreso a casa me topé con un sobre verde en el buzón, reconocí la letra de inmediato y, a pesar de la ansiedad, me cuidé de no romperle el alita derecha a la mariposa azul con plata que hizo el papel de guardiana de la carta. Se me salieron las lágrimas de emoción. Hace un rato que no lloraba por nada, qué bueno hacerlo de gusto. Y cómo evitarlo? Una Mariposa Tecknicolor voló hasta Toronto para darme un abrazo de palabras. Me regresé a casa colgada de mi tarjeta, del sentimiento y de la tinta de la Mariposa que era como la de la canción de Julio Jaramillo: tinta sangre del corazón.

martes, 14 de abril de 2009

La venus vestida

Si hay algo que los historiadores sabemos muy bien es que no se puede volver al pasado para cambiarlo. Podemos buscar pistas, hacer una fotografía de él, analizarlo, desmembrarlo, tratar de reconstruirlo y pensarlo todo el tiempo. Pero no lo podemos arreglar.
Paris Bale apareció frente a mis ojos el jueves pasado con la sonrisa perfecta, que lo hace a él aun más perfecto, y la camisa roja que le queda tan bien. Nos abrazamos porque no nos habíamos visto desde principios de enero. Me gusta su voz. Esa misma con la que me dijo que por la noche varios del programa iban a estar en un bar sobre Bloor Street. Como yo iba camino a la biblioteca Robarts me despedí rápido con la promesa de que los alcanzaría para brindar por el éxito de Christine, su Christine, en esa pesadilla académica a la que me enfrentare en noviembre: los Comprehensive Exams.
Estuve en el piso 11 de la biblioteca debatiéndome entre ir o no. Tenía un libro de cuentos de Roberto Bolaño entre las manos y una vista privilegiada de Toronto frente a mis ojos. Era un día claro, se podían ver los lagos y parecía que la ciudad no tocaba nunca al horizonte. Me puse de buenas y también me puse en camino. A las 8.30 llegué a la dirección que Paris había apuntado en mi libreta con su mano izquierda, la misma a la que me aferré horas después.
Estuvimos en el bar hablando ya no me acuerdo de que. Estuvimos rodeados de gente que me saluda con afecto y de otros que me ignoran sin ningún cargo de conciencia. Yo hago lo mismo con ellos. Christine se fue y después de ella comenzaron todos a desprenderse de sus bancos. Igual que el resto me dispuse a partir. Paris me detuvo con su voz: Ya es tarde, no tienes que irte hasta York. En mi casa tengo un colchón extra que puedes usar, no te preocupes.
Qué bien, muchas gracias, acepto. Y me tomé otras cervezas.
Cerca de las dos de la madrugada estábamos en la esquina de su casa y terminó la jugada: la verdad es que no tengo un colchón extra, pero mi cama es muy grande, espero que no te importe. No, no me importa, está bien, contesté. Mientras tanto, las tripas se me iban a los pies y mi mente regresaba a un pensamiento que en la mañana me pareció intrascendente: Caray, me dije a mí misma antes de bañarme, estas piernas son una desgracia, debo consentirme más, ando por la vida ocultando tras el pantalón al eslabón perdido de Darwin. Pero no hice nada al respecto.
En efecto, su cama era grande. Se quitó la camisa y el pantalón. Salvo los tenis y los calcetines yo no me quite nada más, ni la blusa, ni la playera, ni la idea de que debí pasarme el rastrillo, caramba que no lleva tanto tiempo, ni la idea de que habíamos estado tomando cervezas con Christine y yo no me quería meter en triángulos amorosos de los que luego no se puede salir. Take your clothes off me dijo con la misma voz que me encanta mientras se metía en la cama. Pero yo me volví de mármol. Me metí debajo de las sábanas como si yo fuera la Venus de Milo vestida. Así, tiesa y sin brazos me quedé cuando él me tomo entre los suyos y me dijo que le gustaba como olía mi cabello. Yo sentí su cuerpo pegado al mío, lo sentí como un golpe, desde los pies hasta la cabeza, me convertí en un zigzag y luego otra vez en la Venus vestida y sin depilar. Me quede quieta y le tomé la mano. El comprendió que no iba a pasar nada más, se volteo despacito y yo lo abracé como quien quiere aferrarse al hubiera. Le dejé un beso invisible en la espalda, como si mis labios fueran de espuma…apenas lo toque. Luego nos dormimos, o fingimos que dormimos o no nos importó.
Despertamos, cada uno perfectamente bien ubicado en su extremo de la cama, lejos. Me pareció que el rayito de sol que entraba por su ventana se estaba burlando de mis prejuicios y de mi cobardía. Nos fuimos a desayunar y me habló de Christine, me dijo que ya no estaba con ella, que había sido una relación muy dolorosa. Que no la olvida, pero que ya no funciona, que ahora está en una relación abierta, que…no sé qué más. Me acompaño hasta el metro y me dijo que viene a la universidad todos los jueves, que quizá luego podríamos vernos o hacer algo. Le dije si, hasta luego o algo así. Y lo abracé como quien abraza a la luz.
Esta mañana me encontré, debajo de mis bolsas, la blusa a rayas que traía puesta esa noche. Olía a madera, a tabaco envuelto en papel arroz, a su espalda, a él. Me dieron ganas de tenerlo cerca de nuevo, de retroceder el tiempo, de cambiar los recuerdos, de volverlo a ver. Ya se me pasará, espero. Carajo! con lo que me molesta la frase ten cuidado con lo que deseas porque se te puede cumplir.

martes, 7 de abril de 2009

Mis palabras viajarían siempre de noche

El inicio de abril me sorprendió con nieve que no deja de caer y con temperaturas que han decidido pasarse al bando de los grados menos cero. Al semestre le quedan solo cuarenta y cinco días y tengo los nervios acumulados en la espalda, especialmente a la altura de los hombros…que ganas de que junio me devuelva los fines de semana y la tranquilidad aunque sea por un rato. A veces la fe se me escapa de paseo a Downtown, pero yo me la traigo de vuelta a como dé lugar. Ando de un positivo irreconocible.
Esta mañana me mire al espejo y me dio por pensar en la decisión que no tomé. Hace quince años, en la etapa crucial de las decisiones profesionales vivía con papá. A él, como a mucha gente, las humanidades le parecían “entretenidas” pero creía, firmemente, que no había un camino más corto para el fracaso y para “morir de hambre”. Por fortuna, después de pasar toda la vocacional en la especialidad de físico-matemáticas y dos semestres en ingeniería biomédica por fin tomé valor y me decidí por la historia. Siempre me agradeceré esa tardía pero crucial jugada. Mis hermanas no lo hicieron y su futuro es completamente diferente al que imaginaron, estoy segura.
Siempre amé a la historia y lo sigo haciendo. Pero entre los 11 y los trece años, su fuerte rival era la locución radiofónica. Pasaba horas enteras soñando con mi voz saliendo del estéreo de los autos y de las grabadoras. Siempre de noche, mis palabras viajarían siempre de noche. Entre las luces de la ciudad (porque mi cabina de transmisión era de cristal, altísima y se podía ver todo el valle de México) había gente que sonreía conmigo, que apretaba un botón solo para que tuviéramos una cita, que me dejaba ser parte del final de su día, que se preguntaba cómo era mi cara.
Recuerdo perfectamente que en las dedicatorias de despedida de la secundaria, juré a muchos de mis compañeros que un día escucharían mi voz en el lugar menos esperado, antes o después de una canción. A papá le pareció una pésima idea y me dijo en un tono que más bien parecía un grito que no servía de nada tener una licencia de locución, que escogiera algo útil como la ingeniería. Por eso estudie en la vocacional número 7. Me puse muy triste y grabé un ensayo de programa en un cassete… no me gustó lo que escuché. A partir de ese momento me convencí de que mi voz no era “radiable” y abandoné esa idea. Hoy día no me siento a gusto con la voz que tengo. Me han dicho que es nasal, que grito…en fin, quizá fue una buena idea después de todo. Es sólo que esta mañana me acordé de mi cabina de cristal y me dio por preguntarme si en verdad lo hubiera logrado, si hubiera tenido éxito, si hubiera sido feliz en esa realidad alterna.

domingo, 22 de marzo de 2009

Casi un día completo de sueño profundo

Pasé todo el sábado durmiendo. Aun no lo puedo creer, despertaba, revisaba los correos, le daba una vuelta a los blogs y los ojos se me volvían a cerrar, así que me regresaba a la cama. En total debí haber dormido unas 24 horas, no se me hincharon los ojos que ya es ganancia. Es medio día del domingo y tengo todo el trabajo de la semana por hacer y un poquito de angustia. Ya dejé de escuchar radio mexicana por internet porque descubrí que me daba tristeza, me sentía como en prisión, como si conociera todo de lo que me estaban hablando, pero no lo pudiera ver ni tocar. Todas las horas estuve soñando con lugares que antes me eran cotidianos: Ermita Iztapalapa, Eje Central, Reforma, la Facultad de Filosofía y Letras, la casa de mis tíos y cuando me despertaba me sentía como un fantasma atrapado al norte, muy al norte de Toronto, así que de vuelta a la radio canadiense. Por lo menos estas calles si las puedo caminar cuando se me dé la gana.
El viernes pasado, antes de que me diera el síndrome de la bella durmiente, Brad S. y Paula, su esposa, me invitaron a salir. Fuimos a un bar donde tocaban bluegrass music. No se los dije a ellos, pero aquí puedo confesarlo abiertamente: esa música me da miedo. Así, nada más. Todo el bar aplaudía desbordado de entusiasmo y yo sentía que no había donde esconderme. Inevitablemente venia a mi mente la imagen de un anciano titere, en colores sepia, con un violin en una mano y un hacha ensangrentada en la otra. Sólo Freud sabe que recuerdos del subconsciente me despiertan esos acordes. Quizá en una de mis vidas pasadas el viejo oeste me hizo algo horrible, yo que sé…
Por fortuna, después del bar y de mis inexplicables temores fuimos a cenar. Mis guías de esa noche se decidieron por comida hindú. Es lo más parecido a comida mexicana que he probado desde que estoy aquí (creo que es mejor opción para mi nostalgia gastronomica que los restaurantes que se jactan de ser mexicanos, pero que tienen un tímido letrero que dice: Ya tenemos empanadas colombianas).
Para rematar el fin-de-semana no puedo creer la poca discreción de la tecnología. Borré a Godzilla de mis contactos, lo bloqueé y aun así pudo comunicarse conmigo para decirme que skype le había avisado que para tener una conversación en línea conmigo necesita mi autorización, pero puede llamarme y dejar mensajes de voz porque él todavía no me elimina de su lista. Además, asegura, no tiene ni la menor idea de porque no quiero comunicarme con él, no puede creer mi “inaudita falta de ética”, confía en que ya se me pasara…ufa, que incómodo despertar después de casi un día completo de sueño profundo para encontrarme con palabras de monstruo que queman la memoria y no con besos de príncipe que cautericen los recuerdos. Ya terminare por derrotarte completamente un dia, Godzilla, a menos que te vuelvas aliado del anciano titere que toca bluegrass con hachas llenas de sangre. Mejor sera no darte ideas...

viernes, 20 de marzo de 2009

Ya no somos fabulosos

I
Estamos en los últimos estertores del invierno, pero nada que se va. La primavera nos da probaditas de calidez pero no termina de llegar. Todavía se cuelan temperaturas bajo cero por debajo de la puerta. El sueño se me va regularizando poco a poco pero todavía me siento exhausta, el miércoles pasado dormí durante quince horas seguidas y me desperté cansada. Tengo unas ojeras de miedo. Hay una epidemia de nostalgia en York. Todo mundo quiere algo: irse a casa, salir de vacaciones, dejar de usar abrigos invernales, un beso, sexo, ropa nueva, algo, algo diferente a los montones de hojas de historia de lo que sea, algo que nos saque de las crónicas del pasado y nos haga sentir que estamos aquí, que estamos viviendo. Sólo nos faltan tres meses de cursos, podemos hacerlo. Algunos definitivamente han tomado las maletas y se han ido a Montreal o Winnipeg unos días. Yo me he consolado escuchando los reportes del tráfico de la Ciudad de México por internet, debo ser la única enferma que se deleita imaginando las calles atestadas de histeria, bocinazos y mentadas de madre. Cómo extraño mi Chevy.
II
Hoy estamos a un grado con sensación térmica de un grado. Me agrada que, cuando salgo a la calle mi piel sienta exactamente la misma temperatura que el termómetro. Esta famosa sensación térmica me tuvo durante todo el invierno padeciendo hasta diez grados menos. Me gusta sentir con congruencia, por eso ya no tengo tiempo para tus juegos mentales Godzilla. Vete a destrozar otras ciudades. Ya te pedí perdón, ya fui cínica, ya me fui, ya regresé, ya te escuché, ya te dejé mudo, ya nos divertimos, ya te odié, ya te perdoné, ya me hartaste, ya me vaciaste. Ya no te tengo miedo. Ya no existes. Ya no somos fabulosos. Entendámoslo de una vez por todas.
III
No me doy por vencida. Ya viene la primavera.

lunes, 9 de marzo de 2009

También me dio por recordarte

Hace un rato me dio por marcar mi antiguo número de teléfono. Una amable e insensible grabación me dijo: lo sentimos, el número que usted marcó no existe, favor de verificarlo, gracias. No tengo que verificar nada, yo misma me encargue de cancelarlo. Sólo quería buscar una conexión con mi antigua casa, no sé, a veces ni yo misma me entiendo. Por ejemplo, esta noche también me dio por recordarte y me encontré con una amable e insensible voz interior que me dijo: lo sentimos, el amor que usted busca ya no existe, favor de ignorarlo, gracias.

viernes, 27 de febrero de 2009

Desde el lado del absurdo

Son las 4.30 de la madrugada y entre ayer y hoy he dormido como cuatro horas, comienza a dolerme la cabeza y cada vez me cuesta mas trabajo leer. Sin embargo, no dejo de pensar en dos cosas: la historia del trabajo en latinoamerica y su llamada. Alrededor de las 10 de la noche me lanzo la pregunta, asi como quien dice: pasame la sal. Te molestaria si salgo con alguien? Y yo dije que no, mientras buscaba la cita textual que se me habia perdido en el libro por estarlo escuchando. No? replico el. Por supuesto que no, ademas, tu sales con ella por lo menos desde diciembre, tiene muchisimo tiempo que tu y yo no tenemos una relacion y tenemos casi dos paises de por medio, porque habria de molestarme si sales con alguien? Es mas, deja de decirle alguien y llamala por su nombre, que al fin y al cabo ya se quien es. Y mientras tanto, mi cita textual seguia sin aparecer. En verdad me sentia tranquila, la ultima vez que hable con el, cuando me di cuenta que estaba enamorado, estuve triste, pero mas por mi soledad que por su ausencia. Esta vez me senti casi feliz de que no hubiera drama en mis ojos, el literato es caso archivado, pensaba, mientras seguia tecleando mi ensayo en la computadora. Sin embargo, desde el lado de lo absurdo el me hizo una peticion rarisima: Solo quiero pedirte un favor, tu no salgas con nadie. En ese momento deje de teclear y de buscar la bendita cita... que me estas pidiendo que? Que no veas a nadie, dame un plazo, hasta mayo, si no ha funcionado con ella me quedo contigo.
En ese momento me quede pasmada y luego comence a reirme. "No te rias", dijo, "es que tengo miedo de que no funcione, ella es muy joven, no le gustan los Beatles y me lleva a conciertos de industrial". Solo este departamento sabe que guarde la carcajada en el cajon del escritorio para que no estallara en medio de la conversacion. Que hace un tipo como el en un concierto de esos? Si bien dicen las abuelas, jalan mas dos tetas que dos carretas. Y yo que tuve que aguantar un sin fin de peroratas porque no le gustaba Joaquin Sabina y nunca me quizo acompanar "a un espectaculo tan desagradable" (y que conste que mis tetas jalarian mas que dos carretas, pero nunca pudieron jalarlo a el).
Por supuesto que lo mande al diablo. Le dije que si yo queria saldria con alguien. Que le pasa? desde cuando me converti en una refaccion o en un anuncio del segunda mano? Me contesto que igual estaba yo tan ahogada de trabajo que no me daria tiempo de tener citas, asi que el plazo se cumpliria y, si el fracasaba volveria por mi. Su arrogancia me molesto, pero me aterro mas la idea de que tenga razon. Pensandolo bien, no he tenido ninguna cita con intenciones amorosas desde que el y yo terminamos y de eso ya hace mas de dos inviernos y tres primaveras. Por si las dudas, la senorita Portales me ayudara a diseminar el rumor entre los amigos cercanos al literato de que me gusta alguien, esto, por supuesto, en unas semanas. Por lo pronto yo sigo pensando en la historia del trabajo en Latinoamerica y en su llamada...no quiero que llegue mayo y lo encuentre abandonado buscandome. No quiero que llegue mayo y me encuentre sola, aferrada hasta los dientes de mis citas textuales o de mi cita fantasma. Caramba chicos, donde estan? soy un encanto, no es tan dificil enamorarse de mi.

domingo, 22 de febrero de 2009

Ni la cara ni la voz ni la sonrisa viva

No ha dejado de nevar, el frio se me ha metido en el pecho, justo donde no llega la calefacción. Tengo los patrones de sueño más desajustados de mi historia. Hay ocasiones, como hoy, en que no he pegado el ojo y ya son casi las ocho de la mañana, otros días puedo dormir 15 horas y no hay poder humano que me levante. Estuve frente a la computadora por horas y horas pero no trabaje nada. Amanecí triste. De esa tristeza que no se explica, de esa que se te pega al cuello y te estrangula. Estuve todo el día tratando de hablar con alguien pero todos los teléfonos que tengo estaban ocupados o nadie contestaba. Cuando estaba en México todos los días recibía llamada al fijo o al celular. Sabia en que iba la vida de todos mis amigos, ellos sabían en que iba la mía. Ahora las cosas han cambiado, no tengo teléfono que suene, no tengo mucha vida que contar. La mayoría de mis contactos son contactos-respuesta. La carta del comandante es respuesta de una que le envié yo primero. Se en que va la vida de mis amigos porque yo les llamo y siempre se disculpan porque no tienen tiempo de mandarme un correo. Yo tengo todos sus referentes, así que me pueden hablar de su vida y yo la sigo. Ellos no tienen los míos, no saben los nombres de las personas con las que me junto, ni como son, ni las clases que tomo, nada sobre mis profesores ni mi casa. Siempre me preguntan por el clima y ya. No es su culpa, debe ser que no me he sabido explicar. Hoy amanecí triste, de esa tristeza que no se explica, pero se siente, tristeza de desarraigo porque lo amigos de siempre ya no saben quién soy yo. Me siento sola y muda de dolor. Me siento sin fuerzas. Me parece increíble, no conozco ni la cara ni la voz ni la sonrisa viva (solo la tuya Mariposa) de ustedes que, últimamente, son los únicos que saben mis anécdotas. Me parece increíble que mi alma sobreviva de la cotidianidad que he hecho en este blog. Me parece increíble que mi voz sean estas letras, porque hay días, como hoy, en que me duele hablar y se me pasan las horas sin oírme a mí misma porque no tengo nada que decirme en voz alta ni tengo ganas de cantar. Quiero que me abracen. Quiero dejar de llorar desde las tres de la tarde pero no he podido. Me duele la cabeza. Necesito tocar a alguien. Necesito un beso en la mejilla. Necesito que se acuerden de mí más seguido. Necesito que mis angeles electronicos sigan dandose la vuelta por aqui, porque se me han vuelto indispensables.

jueves, 19 de febrero de 2009

La nieve de febrero

Hay cosas que no se van completamente. Una de esas es el invierno canadiense. La semana pasada habíamos tenido temperaturas sobre cero grados y eso daba una sensación de libertad que no había tenido antes. Me sentía contenta de no tener que llevar dos suéteres, gorro y guantes, hasta las botas de invierno se habían ido al armario. La nieve se había derretido por completo, ya no era necesario hacer malabares a la entrada de la casa para quitarse las botas y tratar (sin éxito) de que el recibidor no se llenara de agua y arena.
Sin embargo ayer, cuando abrí las persianas, lo primero con lo que me encontré es con la calle tapizada de nieve y los copos cayendo, como formando una cortina de arena blanca. El invierno regreso de su descanso. Supongo que se queda, por lo menos, otras tres semanas y luego a esperar de nuevo a que toda la tapicería blanca se derrita. A esperar entonces.
Hace rato salí a caminar, se me está acabando el tiempo y las ideas no fluyen con la rapidez que quisiera, eso de escribir en inglés me resulta muy, muy complicado. Es como si una niña de primaria estuviera tratando de escribir ensayos de doctorado, me siento sumida en la desventaja, pero todavía no caigo en la desesperación. Espero mantenerme a salvo.
En mi caminata nocturna sentía el viento azotándose en mi cara, hacia mucho y eso acentuaba la sensación de frio. Sin embargo el viento también levanta la nieve del suelo y se formaban remolinos blancos que brillaban, eso me puso contenta. Quizá lo que menos me gusta es que a veces la nieve comienza a derretirse y luego se congela otra vez, eso provoca que se hagan capas de hielo que están a la espera de tirar a alguien. Me he puesto muy lista y no me he caído, pero vivo con el miedo constante de su acecho.
También vi a un muñeco de nieve con su sonrisa de carbón. Qué raro, tantos meses de invierno y nunca había visto uno. Lo salude cordialmente: hello Mr. Snowman. Why are you so smiling? No espere su respuesta y seguí por la calle hacia el mejor destino de mi caminata: mi buzón. Lo abro con frecuencia, pero casi siempre está lleno de propaganda y estados de cuenta. El correo electrónico le robo su protagonismo… cielos, cuantas palabras habrán encontrado su voz al abrir un sobre? No soy capaz de imaginar el cumulo de sensaciones que podía guardar una oficina postal. Hace unos momentos tuve mi propia dosis. Allí dentro de mi buzón estaba esperándome una carta de mi amigo, el Comandante Mena. Di brincos de alegría y me vine a casa a toda prisa, a riesgo de caer en la trampa de las capas de hielo. Leí su carta cinco veces seguidas. No cabe duda, es casi mágico. Ese sobre estuvo hace 10 días en México y ahora está conmigo, es como si el Comandante y yo nos hubiéramos estrechado la mano. Hoy esta sonrisa nadie me la quita.

sábado, 14 de febrero de 2009

Notas breves

I
Esta semana ha sido un torbellino. Montañas de trabajo y el tiempo se va acabando, el tiempo no pasa, se va corriendo, tengo a la inspiración encadenada al escritorio para que no se vaya con él.
II
Tengo los patrones de sueño totalmente alterados, paso las noches en vela y quiero irme a la cama a las 7 de la mañana, eso de andar con el horario europeo no me conviene nada. Por el día he dormido muy poco porque tengo mucho trabajo y clases. Estoy sorprendida porque anoche me dormí a las 11 p.m y hoy me desperté a las tres de la tarde, es mucho, fueron más de doce horas. Soñé con comida mexicana (otra vez) y tuve otro sueño en el que defendía a una niña pequeña de unas tías malvadas. Me gustó, porque casi nunca puedo recordar mis sueños. No me gustó porque desperté cuando estaba a punto de comerme unos tacos.
III
Hace mucho tiempo que no festejaba San Valentín. Cuando iba en la secundaria me gustaba mucho traer mi suéter verde del uniforme lleno de corazones de terciopelo que algunas de mis compañeras hacían para regalar a todos los del salón. A veces recibía tarjetas o paletas rojas, siempre de mis amigas, (no tuve novio hasta la vocacional y nunca tuve un admirador secreto) pero me encantaba hacerla de Cupido y pasar cartas anónimas. Siempre fui muy confiable, nunca revelé el nombre de los autores de esas cartas de amor.
IV
En realidad no estoy festejando San Valentín. Ahora estoy en la biblioteca, donde tuve una cita de estudios con mi amiga y vecina Karlee. Estamos comiendo chocolates y dulces, eso cuenta supongo. Es como un San Valentín congruente con dos estudiantes de doctorado. Por lo menos no estoy en casa, como en años anteriores, uniéndome al coro de los que odian este día y deseando, secretamente, que me vuelvan a dar corazones de terciopelo y paletas.

martes, 3 de febrero de 2009

Retomando el rumbo

Toronto, durante el invierno, es gris nevado. Sin embargo, ayer el día estuvo brillante y sin viento, lo cual lo hizo menos frío. Se acabó la huelga y la universidad está otra vez llena de ruido, de gente, de trabajos por entregar, de histeria, de mi felicidad. Estar de nuevo con la nariz metida en los libros es lo que le da sentido a mi estancia en esta ciudad, a eso vine. Soy una nerd sin remedio, llegué a clase con nervios como si fuera el primer día, pero confiada porque esta vez ya conocía a mis compañeros, confiada porque mis compañeros ya son mis amigos.
Leímos un libro largo y difícil, pero no estaba dispuesta a dejarme vencer porque ya le había dedicado dos noches y mil notas en el cuaderno, así que cuando la discusión comenzó no me deje amedrentar por el idioma y participé muchas veces, haciendo mi papel de heroína cuando comenzaba a invadirnos el incomodo silencio después de una pregunta de la profesora (ya se sabe, ese silencio interrumpido solo por las hojas y hojas que se pasan esperando que la respuesta nos brinque a la lengua). Cuando la clase terminó, yo me sentía feliz. Había hecho bien mi trabajo. Para ayudar a mi ego, la profesora me dijo que le gusto mucho la manera en la que di la hipótesis central del libro y las chicas comentaron, entre risas: Copo, que bueno que viniste, porque de otra manera esta clase hubiera sido una masacre. Misión cumplida, rescaté a las damas en peligro. Qué bien debe sentirse el hombre araña cuando termina su día. Me merezco una estrellita dorada en la frente. Camino a casa, me vine pensando en lo fácil que es pasar noches en vela cuando estas enamorada. Yo lo estoy, hasta la médula de los huesos, de la historia. Estoy retomando el rumbo y Clío me lleva de la mano. Esperemos que se quede hasta diciembre. Después, las dos nos podemos tomar unas vacaciones.

domingo, 1 de febrero de 2009

Más sombra que anécdota

Close your eyes
clear your heart...
cut the cord

Hay cosas que simplemente no deberían de hacerse. No. Una de ellas es dejar acapararse por la soledad y llamar a un ex esperando palabras transparentes, llenas de amor, de nostalgia por el pasado, palabras que narren una vida que dejó de tener sentido desde que te fuiste. En el mejor de los casos (y este era el mio) esperas que la llamada esté llena de palabras sucias, de sexo ardiente, de fantasías eróticas que espanten a la misma Mesalina. Y es que pienso, no es que yo no sea capaz de fabricarlas por mí misma, pero si no puedo tener otro cuerpo conmigo, por lo menos puedo conseguir algún invitado de fin de semana al otro lado de la línea, porque la voz en off de mi mini-mundo-porno me pidió un día de descanso.
Por supuesto le llamé. Sé de memoria que clase de cosas podrían llevarnos al sexo telefónico. Estaba lista, emocionada y dispuesta. Las palabras comenzaban a derretir la nieve de mi balcón y la escarcha de mis labios. En fin, no sabía que iba más rápido, si los latidos de mi corazón o la ansiedad de mis dedos. Sus narraciones siempre fueron extraordinarias, nunca repite escenarios, caricias o situaciones. Es un profesional de las letras. En esta ocasión decidió integrar a una chica en la historia, a una que no conozco personalmente, solo sé que tiene diecinueve, que tiene unas piernas que le encantan, la piel más suave del mundo, “manos de pájaro” y que después de los orgasmos parece “un charco de luz sobre las sábanas”. Me detuve en seco (bueno, en húmedo, pero me detuve). Dejé de participar en su monólogo y él ni siquiera lo notó. Hacía poco más de diez minutos que yo no aparecía en este cuento (que llevaba trece minutos) y parece que hace más de varios meses que yo no aparezco ni en sus recuerdos. Lo único que quería era un poco de pornografía telefónica y a cambio no sólo me borran de la narración de un plumazo sino que me doy cuenta de que soy la única escucha de una historia de amor: la suya, la nueva, la que está estrenando, la que hizo que le brillara la voz cuando me contesto. Me sentí indignada, llamé de larga distancia buscando una sucia narración y me dan una novela rosa, llena de amor, un verdadero fraude.
Cuando salió de sus recuerdos y me pregunto qué era lo que estaba pasando, le dije: Estropeaste la rutina, estas enamorado. No contestó nada, siempre fue una maraña de acertijos a la que hay que dedicarle más de una hora para que diga, simplemente, sí o no. Después de un rato descubrí que sí, que lo está intentando, que es un hombre que “ha madurado” y que quiere una relación en la que no cometa los mismos errores que en el pasado, “ella si merece que la trate bien”. Me acomodé la ropa y me despedí rápido, sin explicaciones, tratando de ser más sombra que anécdota en su domingo. Estuve triste un rato, solté unas cuantas lagrimitas y es que, perdón el drama pero… caray! qué suerte tiene para las mujeres jóvenes desde hace tres años, qué suerte tiene para que lo quieran tanto, desde todas, desde mi, desde siempre, qué mala idea haberle marcado. Y no por la idea del sexo, sino porque no pude evitar llamarle…simplemente, porque no puedo cerrar los ojos, limpiar el corazón y cortar el lazo. Simplemente, porque yo no tengo mi propio protagonista y mis antiguas estrellas ya tienen trabajo en otras historias. De amor, por cierto.

martes, 27 de enero de 2009

Ocho líneas sin destinatario

Eres una canción de los Beatles,
la línea perfecta de Paul Klee,
el pecado detrás de Woody Allen,
la gota de Chanel sobre la piel de Marilyn.
Las espinas en el pincel de Frida Kahlo,
el tiempo robado de los relojes de Dalí,
la estrella que casi mata a Galileo,
los hombres que le llueven a Magritte.

domingo, 18 de enero de 2009

Calles de hielo con desgano

I
Después de escuchar los aleteos de una mariposa decidí sentarme nuevamente frente a la computadora para tratar de escribir algo. Llevo semanas con la inspiración congelada, con cerros de nieve cada que abro la puerta y la boca, con temperaturas de menos 13 grados centígrados pero con sensación térmica de menos 29. Ando por estas calles de hielo con desgano, ya quiero regresar a clases, la siguiente semana haremos una votación para decidir si ya se acaba la huelga de una vez por todas, veremos si hay suerte.
II
Estuve en la ciudad de México casi un mes, llena de sol, de amigos, de familia, de buena cerveza. La primera semana anduve como si viviera bajo los efectos de alguna poderosísima droga que me tenía sonriendo todo el tiempo. No me importaba el tráfico ni la contaminación que me rodeaba, tampoco los gritos que salen de las ventanillas de los autos, de los semáforos, de los vagones del metro, de las ganas de sobrevivir. Era como si mi vida se hubiera estado transmitiendo muda, en tonos sepia y de repente comenzara a tejerse en hilos de sonido tecnicolor. Fui feliz. Las semanas pasaron y me di cuenta de que la única vida que había cambiado con mi partida era la mía, que desde septiembre no tenia mas casa que la de North York, que estaba enamorada hasta las vísceras de una ciudad que sobrevive sin mí gracias a sus veinte millones de amantes obsesivo-compulsivos. Quiero ser como ella, olvidar, dejar que me amen, que me odien, que me pasen los siglos encima y que siempre quieran volver a mí. La vi hermosa, me hizo llorar.
III
No hay plazo que no se cumpla. Me agarre hasta con las puntas del cabello de las escaleras eléctricas que me llevaban a la sala de última espera y me vine, muy a mi pesar, dejando tras de mí el mejor sol de invierno. Caminé por el aeropuerto internacional de Toronto repitiéndome que era valiente, que basta de nostalgias, que era una buena decisión, que como pesaban las maletas. Y aquí estoy, viendo caer la nieve desde hace siete horas, con ganas de tomarme una botella de vino o dos. Con ninguna botella y con ninguna tienda de vinos cerca. Me molesta el deseo, pero me molesta mas la imposibilidad de cumplirlo.
IV
Hace un par de días descubrí el Kesington Market. Tienen tiendas mexicanas y me vine cargada de mole, chocolate, latas de chile y dulces. Y ayer, caminando por Bloor Street West, me encontré con un aparador lleno de libros en español. Me metí para quitarme el frío y la curiosidad. Le seré infiel por un tiempo a Roberto Bolaño con Gabriel García Márquez. No creo que se batan a duelo por mí.
V
Quiero dormir abrazada de un hombre. Ya me cansé de que las únicas que quieran acostarse conmigo sean las dudas.