jueves, 19 de febrero de 2009

La nieve de febrero

Hay cosas que no se van completamente. Una de esas es el invierno canadiense. La semana pasada habíamos tenido temperaturas sobre cero grados y eso daba una sensación de libertad que no había tenido antes. Me sentía contenta de no tener que llevar dos suéteres, gorro y guantes, hasta las botas de invierno se habían ido al armario. La nieve se había derretido por completo, ya no era necesario hacer malabares a la entrada de la casa para quitarse las botas y tratar (sin éxito) de que el recibidor no se llenara de agua y arena.
Sin embargo ayer, cuando abrí las persianas, lo primero con lo que me encontré es con la calle tapizada de nieve y los copos cayendo, como formando una cortina de arena blanca. El invierno regreso de su descanso. Supongo que se queda, por lo menos, otras tres semanas y luego a esperar de nuevo a que toda la tapicería blanca se derrita. A esperar entonces.
Hace rato salí a caminar, se me está acabando el tiempo y las ideas no fluyen con la rapidez que quisiera, eso de escribir en inglés me resulta muy, muy complicado. Es como si una niña de primaria estuviera tratando de escribir ensayos de doctorado, me siento sumida en la desventaja, pero todavía no caigo en la desesperación. Espero mantenerme a salvo.
En mi caminata nocturna sentía el viento azotándose en mi cara, hacia mucho y eso acentuaba la sensación de frio. Sin embargo el viento también levanta la nieve del suelo y se formaban remolinos blancos que brillaban, eso me puso contenta. Quizá lo que menos me gusta es que a veces la nieve comienza a derretirse y luego se congela otra vez, eso provoca que se hagan capas de hielo que están a la espera de tirar a alguien. Me he puesto muy lista y no me he caído, pero vivo con el miedo constante de su acecho.
También vi a un muñeco de nieve con su sonrisa de carbón. Qué raro, tantos meses de invierno y nunca había visto uno. Lo salude cordialmente: hello Mr. Snowman. Why are you so smiling? No espere su respuesta y seguí por la calle hacia el mejor destino de mi caminata: mi buzón. Lo abro con frecuencia, pero casi siempre está lleno de propaganda y estados de cuenta. El correo electrónico le robo su protagonismo… cielos, cuantas palabras habrán encontrado su voz al abrir un sobre? No soy capaz de imaginar el cumulo de sensaciones que podía guardar una oficina postal. Hace unos momentos tuve mi propia dosis. Allí dentro de mi buzón estaba esperándome una carta de mi amigo, el Comandante Mena. Di brincos de alegría y me vine a casa a toda prisa, a riesgo de caer en la trampa de las capas de hielo. Leí su carta cinco veces seguidas. No cabe duda, es casi mágico. Ese sobre estuvo hace 10 días en México y ahora está conmigo, es como si el Comandante y yo nos hubiéramos estrechado la mano. Hoy esta sonrisa nadie me la quita.

4 comentarios:

Mariposa Tecknicolor dijo...

Me pone feliz que seas feliz.

¡¡¡Hooray para el comandante!!! Nos ha hecho sonreír a ambas.

Arriba el amor, la amistad y el correo postal.
Abajo (pero nomás tantito) el frío invierno.

xoxo
te quiero mucho.

p.d. Remember... yo te pedí tu dirección postal y nunca me la diste! snif snif (Malditas o benditas cervezas, nos hicieron olvidarlo todo y celebrar como locas). Besos.

Lilith dijo...

Me da gusto que andes de buenas, no conozco al comandante y ya me cae bien por haberte hecho sonreir.
Suena divertido lo de la nieve, claro que a la distancia, creo que vivir varios meses de frio invierno pone azul a cualquiera.
P.D. Si quieres yo puedo enviarte postales de Jalisco... cualquier cosa para que sonrias

Edu dijo...

Bajo la nieve de Febrero, esta la primavera.
Un Saludo.

Estela dijo...

Hola te e descubierto en el blog de Edu y me a gustado mucho tu relato, a mi me hubiera encantado que nevara en Barcelona pero no a sido asi.

Un abrazo !!

Te vendre a ver mas veces.