No es lo mismo estos dos mosqueteros que diecisiete años después. Cuando conocí al beisbolista yo tenía catorce y él tres años más. Hace un par de días cuando me encontré su invitación para agregarme al Hi5 me sorprendí, sobre todo, porque comencé a imaginármelo buscándome y localizándome en la red. Me dio ternura y luego vergüenza. Y es que, debo confesar, que a él le tocó aquella época de mi vida en la que yo tenía el mejor de los cuerpos y la peor de las almas. Y aún así me quiso. Creo que nadie me ha querido tanto, bueno, es cierto, a esa edad casi siempre se quiere así. Todos los días me llevaba flores (o las compraba o se las robaba) me escribía tarjetas, nos sentábamos en la banca de la escuela a escuchar cassettes (si, cassettes) en su walkman y me dedicaba No One Like You, aunque ninguno de los dos sabíamos inglés. Pero, sobre todo, me miraba. Se me quedaba viendo de tal manera que cualquiera creería que iba a recitarle la cura de la más rara de las enfermedades. Pero yo no sabía querer. Había tenido por casas un par de sucursales del infierno y en lugar de refugiarme en sus brazos le regalé su dosis de tormentos. Todavía me retumban en los oídos sus últimas palabras: ya déjame en paz, me tienes harto. Y tenía razón. Lo tenía harto. Me ahorraré los detalles por elemental pudor, pero créanme, en esa época yo era detestable. Cuando pasó el tiempo me prometí que, si un día podía hablar con él, me disculparía.
Me pareció, pues, que el destino me había mandado la ocasión pefecta. Entonces escribí un mensaje cordial en el que lo felicitaba por no haber dejado el beisbol y por haberse casado. De pasada, le ofrecía una breve, pero muy sincera disculpa, por haber sido, y cito, tan horrible. Le di click al botón de enviar, pero hi5 sólo dice “Lo sentimos, ocurrió un error inesperado mientras se validaba la información. Por favor inténtalo más tarde”. Hace mucho que esa página no me deja enviar mensajes, creí que esta vez, por ser una ocasión especial lo lograría, pero no, no fue así. No quiero dejar recado en su muro, no creo que sea prudente, pero no puedo enviar el mensaje privado y tampoco tengo su correo electrónico. Creo que no lo intentaré más tarde, así que supongo que el reclamo me seguirá gritoneando de vez en cuando. Estoy segura que verá mis fotos y se dará cuenta que ya no tengo la cintura de sesenta centímetros que tenía en 1992 y que estoy lejos de volverla a tener. Lo único que me gustaría es que esas mismas fotos le mostraran que, después de casi veinte años, tengo un alma mejor. Pero bueno, si se trata de deseos imposibles, mejor sería regresar el tiempo y no arrancarle corazón.
Me pareció, pues, que el destino me había mandado la ocasión pefecta. Entonces escribí un mensaje cordial en el que lo felicitaba por no haber dejado el beisbol y por haberse casado. De pasada, le ofrecía una breve, pero muy sincera disculpa, por haber sido, y cito, tan horrible. Le di click al botón de enviar, pero hi5 sólo dice “Lo sentimos, ocurrió un error inesperado mientras se validaba la información. Por favor inténtalo más tarde”. Hace mucho que esa página no me deja enviar mensajes, creí que esta vez, por ser una ocasión especial lo lograría, pero no, no fue así. No quiero dejar recado en su muro, no creo que sea prudente, pero no puedo enviar el mensaje privado y tampoco tengo su correo electrónico. Creo que no lo intentaré más tarde, así que supongo que el reclamo me seguirá gritoneando de vez en cuando. Estoy segura que verá mis fotos y se dará cuenta que ya no tengo la cintura de sesenta centímetros que tenía en 1992 y que estoy lejos de volverla a tener. Lo único que me gustaría es que esas mismas fotos le mostraran que, después de casi veinte años, tengo un alma mejor. Pero bueno, si se trata de deseos imposibles, mejor sería regresar el tiempo y no arrancarle corazón.