lunes, 12 de octubre de 2009

Llegó todo y ahora respiro mucho mejor





Grité, lo más fuerte que pude en esta botella con mensaje al mar. El poeta con ojos color de cielo tenía razón, siempre hay alguien que escucha o percibe los sentimientos que descargamos. Y me llegaron todos sus abrazos, sonrisas de miel que he desayunado diario, kanjis que viajan desde la ciencia ficción para darme ánimo, cariños tapatíos que se pasean por Nueva York, las palabras de colores que el chico de la fotografía sepia escupe y yo me guardo en la bolsa, mariposas que mueven sus alitas detrás del ordenador...Llegó todo y ahora respiro mucho mejor. Son pastillitas para el alma que me van resanando el corazón. De reserva me quedé con un par de abrazos cálidos de más de treinta grados que me dejó un caballero, tengo planeado echármelos a los hombros cuando llegue la primera nevada. Pero, aprovechando el otoño, me saqué una sonrisa de detrás el espejo y me salí a buscar la ciudad. Tenías razón Srta. B. es preciosa. No sé cómo pude olvidarlo. Los árboles aún no sacan sus hojas rojizas, pero ya no tardan nada.
Desde el quinto anillo de Saturno me aconsejaron que me relajara. Eso haré. Les invitó un café o un té para que me sigan acompañando. Pasen, esta es su casa. Sólo un favor, no se me distraigan mucho en el Riverdale East Park de Broadview Avenue viendo el centro de Toronto,es difícil, pero hagan un esfuerzo y caminen dos calles más, aquí los estaré esperando, siempre mientras esté aquí. Gracias.

domingo, 4 de octubre de 2009

Je suis perdu, I´m lost, estoy perdida

Perdonen la tristeza…

Me mudé a mi nuevo departamento el jueves pasado y me he pasado todos estos días limpiando, desinfectando y buscándole lugar a todas las cosas que he acumulado en tan poco tiempo. No es que sea una fanática de las labores domésticas, es sólo que el antiguo habitante no paso el trapo ni el jabón por aquí nunca. Ahora me está quedando lindo, ya se ve diferente. Tengo una vista privilegiada de Toronto a cinco minutos de distancia. Espero anclar. Urge.
Estuve en México tres meses y ya de regreso subarrendé un departamento durante septiembre. Estuve sin casa fija y estuve triste todo ese tiempo. Y lo sigo estando. No me encuentro. No sé dónde quedé. No encontré mucho de mi vida este verano, casi todo mundo estaba ocupado. Algunos ángeles estuvieron al pendiente. Tuve una fiesta de despedida a la que sólo fueron sólo dos personas. Ya en el aeropuerto, 4 minutos antes de entrar a la sala de última espera, mientras lloraba con las despedidas ajenas, sólo una persona llegó para decirme adiós, justo al que le dije que no fuera porque allí iban a estar mis amigos. Pero no, no estaban.
Y de regreso al norte del continente prácticamente he desaparecido. Ningún correo preguntándome cómo llegue o cómo estoy o cómo me ha ido. Algunas personas en Messenger me siguen contando sus vidas, pero casi nadie pregunta cómo estoy. Sería bonito saber que lo que hago aquí también les interesa a algunos. Los amigos canadienses adorables y ocupados. Fríos y brillantes. Igualitos que la nieve que no tarda.
El llanto no me sale. Toda la gente está triste, todos quieren hablar de ellos, todos queremos hablar sólo de nosotros. Marqué el teléfono de una amiga. Quería, desesperadamente, que me escuchara. Hola, estoy muy triste, le dije. Ella contestó: tú también? fíjate que yo terminé de nuevo con…y después de dos horas de su historia se despidió porqué debía salir a olvidar su pena. Cuando colgué lloré y reí al mismo tiempo y le dije a ella, que por supuesto ya no me escuchaba: sé que no preguntaste, pero yo estoy triste porque no me encuentro por ninguna parte…y me conecté al internet buscando a alguien que si le interesara mi asunto. Allí encontré a una compañía constante de chat. Un psicólogo políglota con manías fascinantes. Pero sólo intercambiamos canciones que nos ponían tristes. Tampoco me preguntó qué era lo que pasaba. Le dije que le quería contar algunas cosas, pero últimamente ha desaparecido y ha tomado distancia. Hace un par de semanas tuvimos una opinión muy diferente sobre una historia de mi vida. Yo me enojé y él ha partido. Lo niega, pero yo sé que ya no volverá. Así que ya no tengo quién me pregunte qué me tiene escuchando Cuesta abajo con los ojitos llenos de lágrimas que no saben a donde ir.
Y pasa que me siento perdida, olvidada, sin inspiración, sin ganas. Siento que no tengo vida que vivir porque a nadie le interesa oírla. Me siento como un cuerpo muerto que ha sido traído a la vida por fuerzas sobrenaturales. Como un zombi. Y lo que es peor, uno que ni siquiera da miedo.