I
La semana de los 31 comenzará el lunes. El próximo jueves me recibirá un año nuevo. Estoy contenta. Las celebraciones comenzaron el miércoles pasado en el maravilloso departamento del maravilloso Tom, con su maravillosa vista de Toronto desde un piso 14 en Alexander Street, con sus maravillosos platillos italianos, con la maravillosa compañía de Karlee y Funke. Fue una noche deliciosa. Además de la cena me regalaron unos aretes que brillan a la menor provocación y una tarjeta llena de palabras dulces. Celebramos el cumple de tres de nosotros. Matamos tres pájaros de un brindis.
II
No hay felicidad completa. Y es que ahora tengo el corazón pequeñito porque mi país está enfermo de influenza y mi ciudad tiene miedo. Quién lo dijera, siglos sin detenerse y ahora está paralizada por esa diminuta cepa que tiene a todos con el alma en un hilo. Todos mis pensamientos positivos están allá, quiero que todo pase pronto y bien, que se vaya el miedo al peligro de lo desconocido. Y es que esa ciudad es como una enorme caja de (in?)seguridad que tiene guardados mis recuerdos, casi 30 años de mi vida, a mi familia, a mis amigos, mi corazón. Estoy preocupada por todos, por mis heroínas, mis villanos, mis protagonistas, mis brujas, mis hombres de ensueño. Quiero que todos estén bien. Que regresen al caos de siempre, que al final es el que nos hace felices, el que nos hace chilangos.
III
Salí a tirar una caja y unas botellas, vacías de cerveza y llenas de recuerdos. Ya no tenían razón de ser ni en mi cocina ni en mi mente, ya no eran de vidrio, eran de estorbo. De regreso a casa me topé con un sobre verde en el buzón, reconocí la letra de inmediato y, a pesar de la ansiedad, me cuidé de no romperle el alita derecha a la mariposa azul con plata que hizo el papel de guardiana de la carta. Se me salieron las lágrimas de emoción. Hace un rato que no lloraba por nada, qué bueno hacerlo de gusto. Y cómo evitarlo? Una Mariposa Tecknicolor voló hasta Toronto para darme un abrazo de palabras. Me regresé a casa colgada de mi tarjeta, del sentimiento y de la tinta de la Mariposa que era como la de la canción de Julio Jaramillo: tinta sangre del corazón.
La semana de los 31 comenzará el lunes. El próximo jueves me recibirá un año nuevo. Estoy contenta. Las celebraciones comenzaron el miércoles pasado en el maravilloso departamento del maravilloso Tom, con su maravillosa vista de Toronto desde un piso 14 en Alexander Street, con sus maravillosos platillos italianos, con la maravillosa compañía de Karlee y Funke. Fue una noche deliciosa. Además de la cena me regalaron unos aretes que brillan a la menor provocación y una tarjeta llena de palabras dulces. Celebramos el cumple de tres de nosotros. Matamos tres pájaros de un brindis.
II
No hay felicidad completa. Y es que ahora tengo el corazón pequeñito porque mi país está enfermo de influenza y mi ciudad tiene miedo. Quién lo dijera, siglos sin detenerse y ahora está paralizada por esa diminuta cepa que tiene a todos con el alma en un hilo. Todos mis pensamientos positivos están allá, quiero que todo pase pronto y bien, que se vaya el miedo al peligro de lo desconocido. Y es que esa ciudad es como una enorme caja de (in?)seguridad que tiene guardados mis recuerdos, casi 30 años de mi vida, a mi familia, a mis amigos, mi corazón. Estoy preocupada por todos, por mis heroínas, mis villanos, mis protagonistas, mis brujas, mis hombres de ensueño. Quiero que todos estén bien. Que regresen al caos de siempre, que al final es el que nos hace felices, el que nos hace chilangos.
III
Salí a tirar una caja y unas botellas, vacías de cerveza y llenas de recuerdos. Ya no tenían razón de ser ni en mi cocina ni en mi mente, ya no eran de vidrio, eran de estorbo. De regreso a casa me topé con un sobre verde en el buzón, reconocí la letra de inmediato y, a pesar de la ansiedad, me cuidé de no romperle el alita derecha a la mariposa azul con plata que hizo el papel de guardiana de la carta. Se me salieron las lágrimas de emoción. Hace un rato que no lloraba por nada, qué bueno hacerlo de gusto. Y cómo evitarlo? Una Mariposa Tecknicolor voló hasta Toronto para darme un abrazo de palabras. Me regresé a casa colgada de mi tarjeta, del sentimiento y de la tinta de la Mariposa que era como la de la canción de Julio Jaramillo: tinta sangre del corazón.