martes, 27 de enero de 2009

Ocho líneas sin destinatario

Eres una canción de los Beatles,
la línea perfecta de Paul Klee,
el pecado detrás de Woody Allen,
la gota de Chanel sobre la piel de Marilyn.
Las espinas en el pincel de Frida Kahlo,
el tiempo robado de los relojes de Dalí,
la estrella que casi mata a Galileo,
los hombres que le llueven a Magritte.

domingo, 18 de enero de 2009

Calles de hielo con desgano

I
Después de escuchar los aleteos de una mariposa decidí sentarme nuevamente frente a la computadora para tratar de escribir algo. Llevo semanas con la inspiración congelada, con cerros de nieve cada que abro la puerta y la boca, con temperaturas de menos 13 grados centígrados pero con sensación térmica de menos 29. Ando por estas calles de hielo con desgano, ya quiero regresar a clases, la siguiente semana haremos una votación para decidir si ya se acaba la huelga de una vez por todas, veremos si hay suerte.
II
Estuve en la ciudad de México casi un mes, llena de sol, de amigos, de familia, de buena cerveza. La primera semana anduve como si viviera bajo los efectos de alguna poderosísima droga que me tenía sonriendo todo el tiempo. No me importaba el tráfico ni la contaminación que me rodeaba, tampoco los gritos que salen de las ventanillas de los autos, de los semáforos, de los vagones del metro, de las ganas de sobrevivir. Era como si mi vida se hubiera estado transmitiendo muda, en tonos sepia y de repente comenzara a tejerse en hilos de sonido tecnicolor. Fui feliz. Las semanas pasaron y me di cuenta de que la única vida que había cambiado con mi partida era la mía, que desde septiembre no tenia mas casa que la de North York, que estaba enamorada hasta las vísceras de una ciudad que sobrevive sin mí gracias a sus veinte millones de amantes obsesivo-compulsivos. Quiero ser como ella, olvidar, dejar que me amen, que me odien, que me pasen los siglos encima y que siempre quieran volver a mí. La vi hermosa, me hizo llorar.
III
No hay plazo que no se cumpla. Me agarre hasta con las puntas del cabello de las escaleras eléctricas que me llevaban a la sala de última espera y me vine, muy a mi pesar, dejando tras de mí el mejor sol de invierno. Caminé por el aeropuerto internacional de Toronto repitiéndome que era valiente, que basta de nostalgias, que era una buena decisión, que como pesaban las maletas. Y aquí estoy, viendo caer la nieve desde hace siete horas, con ganas de tomarme una botella de vino o dos. Con ninguna botella y con ninguna tienda de vinos cerca. Me molesta el deseo, pero me molesta mas la imposibilidad de cumplirlo.
IV
Hace un par de días descubrí el Kesington Market. Tienen tiendas mexicanas y me vine cargada de mole, chocolate, latas de chile y dulces. Y ayer, caminando por Bloor Street West, me encontré con un aparador lleno de libros en español. Me metí para quitarme el frío y la curiosidad. Le seré infiel por un tiempo a Roberto Bolaño con Gabriel García Márquez. No creo que se batan a duelo por mí.
V
Quiero dormir abrazada de un hombre. Ya me cansé de que las únicas que quieran acostarse conmigo sean las dudas.